Esos tiempos que quedaron atrás viven en el
presente de nuestros adorables abuelos. Han pasado dictaduras,
verdaderas crisis, miedo, hambre y han experimentado cosas que nosotros
jamás sentiremos, y aun así lo recuerdan día tras día. Nos cuentan sus
vivencias como si una ola de imágenes impregnara su cerebro y con
añoranza nos explican lo complicado que era darse un beso con su novia o
lo divertido que resultaba ir al monte y tirarse por las laderas. Eran
otros tiempos, tiempos en los que la vida se vivía como era, sin nada
que lo enmascarase. Muchos eran los impedimentos que la sociedad les
imponía, “era complicado” nos cuentan, pero no cabía duda que resultaba
más interesante.
En un segundo se vieron inmersos en un cambio
social que resonaba por todos lados, la tecnología, la burocracia, el sinsentido comenzó a abrirse
paso, sin que nadie supiera a donde se dirigía, y ellos, nuestros
abuelos, lo aceptaron sin comprender lo que les venía encima. Este es
mi tributo a ellos, los que lucharon para hoy tengamos libertades que en
su tiempo jamás se imaginaron poder tener, a los que hoy no están aquí y
acabaron enterrados en cualquier cuneta de cualquier punto de España, a
los que nos hicieron pensar que la vida no es como la vemos nosotros,
sino que es algo más y por eso hay que vivirla. Por todos nuestros
abuelos y nuestras abuelas que con su sonrisa y sus consejos convertidos
en refranes nos obligaron a regar las plantas y nos enseñaron a
escuchar.
Toda la empatía que no sentimos los jóvenes ellos la
acumulan y la dosifican en gratas ocasiones, porque lo han vivido, sabe
lo que ha pasado, tiene una ligera idea de lo que está pasando y,
mágicamente, aciertan con lo que va a suceder. Porque siempre llueve
cuando ellos vaticinan y las cosechas se dan fructuosas en la semana que
ellos indicaron. Aun así, habiendo echo mil y una cosas más que todos
nosotros, no pensamos que dentro de un tiempo nosotros seremos "los
abuelos", los que estarán en la débil clase social del jubilado, siendo
una carga para el estado, a modo de recompensa por tantos y tantos años
que hemos estado sufriendo por él.
Yo de mayor quiero ser abuelo, y para conseguirlo no hace falta ningún título universitario.
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