En el momento en el que estos señores especuladores y proclamadores de "esfuerzo y austeridad (para seguir enriqueciéndose)" deciden a golpe de talonario y miedo financiero un viaje inútil y lleno de chafardería con todas las excentricidades posibles (seguridad excesiva, privilegios personales...) se les concede sin rechistar. Esto no es más que una cobardía disimulada ante los llamados "antisistema", o lo que es lo mismo, personas que muestran su descontento contra los peces gordos. Para solucionarlo tan solo basta con reclutar a 8.000 agentes policiales y cerrar las fronteras para que estos señores que exprimen al ciudadano hasta su más profunda agonía puedan caminar a su aire y, por la noche, cenar un par de platos pagados por todos los contribuyentes. Cada alegre y gordito banquero que paseaba por Barcelona contaba hasta hace unas horas con 160 policías y mientras, en la frontera, tan solo entraban conductores con polo de marca y suéter de rombos, todo para garantizar su comodidad.
Cuando nos cuentan que en países como cuba no disfrutan de las maravillosas ventajas de la democracia occidental y nos lamentamos de su terrible desdicha no nos damos cuenta que somos nosotros quienes nos encontramos en la más de las profundas dictaduras económicas que existen, donde el dinero te puede impedir que circules libremente por el planeta. Una dictadura donde tu existencia humana se reduce a un conjunto de tramites burocráticos en el que tus etapas vitales ya están escritas de antemano y firmadas como obligatorias y donde cada uno tiene su función: mientras los del banco central europeo cenan al cuerpo de rey, nosotros lavamos los platos.
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