martes, 20 de marzo de 2012

Me engaño, luego existo.

Recorro los 28 pasos existentes entre mi aislado cuarto y la vida exterior. Abro la puerta de cristal y salgo a un mundo inmerso en ruidos, llantos, estrés, indiferencia y mentiras. Me encuentro en mitad de este caos, no me gusta, cierro los ojos y de repente... silencio, paz, armonía. Algo pasa, pero mi relajada conciencia no se molesta en investigar. Solo disfruta el momento, lo huele y saborea, no se cuanto tiempo va a durar esta intensa pausa. La suave brisa me indica que los fenómenos meteorológicos  no han parado de trabajar y me alegro por ello a la vez que mi vello responde de forma involuntaria y se eriza... algo va a cambiar pero no logro saber averiguarlo. Quiero vivir así, no despertar de este sueño paradisíaco... Pienso en el tipo de vida que me he estado perdiendo a lo largo de estos años, inmerso en otra realidad que se me presentaba cual discurso paterno: "confórmate".
Un avión me despierta, el atronador ruido de sus dos motores me devuelven a la realidad, sigo en el mismo planeta, con los mismos fallos, llantos y el mismo ritmo asfixiante. Me quejo por ello.
De nuevo aquí, soy parte del problema, vivo en él... Conformar se traduce en obligar, y vivir en cumplir mi función. Puedo intentar cambiar pero prefiero el engaño, se lleva mucho y, sin duda, es más cómodo.

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